10 de enero de 2013

Escasez de agua: Un gran desafío con un futuro prometedor

El año 2012 ha sido, como mínimo, un desafío para España, cuya economía sigue sufriendo debido a la persistencia de las repercusiones de la crisis financiera. Aunque la industria de la construcción haya estado en el epicentro de esta crisis —contribuyendo y saliendo perjudicada del estallido de la burbuja inmobiliaria— poca gente sabe que las constructoras españolas son responsables de algunas de las estrategias y tecnologías más avanzadas de tratamiento de agua de todo el mundo.

La industria mundial del agua
En 2011, Global Water Intelligence calculaba la existencia de un mercado mundial valorado en US$ 316.000 millones, de los cuáles cerca de US$ 230.000 millones tenían que ver con gastos industriales y compañías públicas de prestación de servicios en el sector del agua (energía y mano de obra). El mercado del agua puede dividirse en varios componentes distintos.

En primer lugar, las empresas de saneamiento básico suministran agua, servicios de alcantarillado y aguas residuales y otros servicios regulados. En segundo lugar, las compañías de agua y de infraestructuras suministran productos y servicios que dan soporte a las empresas municipales de agua y aguas residuales, clientes industriales y tratamiento de agua residencial. Las dos primeras categorías representan cerca de un 50% de los ingresos procedentes del agua, según Snet Global Water Indexes. En tercer lugar están los proveedores de equipamiento técnico (un 21%), que van desde la infraestructura básica (bombas, cañerías y válvulas) hasta mediciones y tratamientos (productos químicos, carbón activado e intercambio de iones). Por último están los proveedores de servicios (un 26%): ingeniería, construcción, consultoría, perforación, transacciones involucrando derechos sobre el agua, almacenaje y agua embotellada.

Además de las francesas Veolia y Suez, el mercado mundial de servicios de agua está dominado por empresas españolas, entre ellas Acciona Agua, Sacyr/Valoriza, Aqualia, Cadagua, Cobra y Técnicas Reunidas. El liderazgo español en el mercado mundial del agua se remonta a la década de 1970, cuando el Gobierno y grandes empresas de infraestructuras "apostaban por membranas", según observó Alejandro Jiménez, director comercial de servicios de Acciona Agua. En una época en que el sector mundial del agua aún se concentraba en la explotación básica de aguas subterráneas y de superficie, así como en el tratamiento energético ineficiente de aguas servidas, esas empresas invertían fuertemente en tecnologías pioneras de desalinización por ósmosis. Hoy, esas tecnologías se usan entre un 70% y un 80% de la capacidad de desalinización existente y en cerca de un 100% de los nuevos proyectos.

La razón de esa actitud innovadora se explica por el escenario complejo del sector del agua de la propia España. Las regiones del norte —donde están el País Vasco, Galicia y Asturias— tienen el clima templado, con lluvia abundante y un gran volumen de agua potable. Por otro lado, el centro y el sur del país están constituidos por regiones áridas con sequías frecuentes. Además, el crecimiento explosivo del turismo en las regiones costeras y en las islas Baleares y Canarias aumentó de forma significativa la demanda de recursos de agua potable en esas regiones. Como el transporte de agua del norte a las regiones secas era inviable en muchos casos, la generación de agua "nueva", a través de la desalinización, se convirtió en una prioridad evidente para España.

Las inversiones sustanciales en tecnologías de desalinización y de tratamiento de alcantarillado, y de membranas de ósmosis más tarde, redujeron los costes fijos y variables de la generación de agua a lo largo del tiempo. Así, esas tecnologías se emplean ampliamente hoy en día y tienen potencial para mitigar futuros periodos de escasez. Según estimaciones de una investigación, en 2025 la desalinización representará un 11,5% de la generación de agua, frente a una capacidad instalada del 1% sólo en 2007. Eso exigirá inversiones importantes en proyectos de infraestructuras, tanto públicos como privados, según los Objetivos de Desarrollo del Milenio (MDG, por sus siglas en inglés), que prevén gastos de US$ 280.000 millones en infraestructuras en el sector de aguas públicas.

Los proveedores de servicios de agua, como las empresas de infraestructuras españolas o Veolia y Suez francesas, proyectan un gasto anual de cerca de US$ 37.000 millones en Asia, US$ 25.000 millones en Europa (en comparación con US$ 15.000 millones cada una en 2010) y US$ 18.000 millones en el resto del mundo (frente a US$ 7.000 millones anteriormente) hasta 2016. Las compañías de infraestructuras españolas están bien posicionadas para beneficiarse de esos pronósticos.

Las empresas de España están preparadas para hacer negocios en el exterior debido a la debilidad del desempeño de la economía doméstica que les golpeó de forma dolorosa durante el estallido de la burbuja inmobiliaria, la consiguiente crisis que se instauró en los nuevos negocios de las operadoras y gestoras de aguas y el subsiguiente deterioro de los márgenes de desalinización. Una lista reciente de licitantes preseleccionados de un proyecto importante en Ghubrah, Omán, estaba casi exclusivamente formado por empresas españolas, aunque el mercado de Oriente Medio había sido antes dominio de grandes empresas francesas de infraestructuras medioambientales, Veolia y Suez. Jiménez dijo que Oriente Medio era un destino cada vez más importante para la empresa, pero que también estaban ganando concesiones en otras partes del mundo.

Dada la relativa proximidad cultural y lingüística, América del Sur, en particular, debería convertirse en un fuerte mercado para las empresas españolas de aguas. Sacyr construirá su primera fábrica de desalinización en el subcontinente para la compañía minera Mantoverde, en Chile. Al mismo tiempo, Acciona opera en la región desde hace varios años: construyó la primera fábrica de desalinización por ósmosis reversa de Venezuela, dio soporte técnico y de mantenimiento a la fábrica de tratamiento de agua y de aguas servidas de Arrudas, en Brasil, y construyó la fábrica de agua potable en República Dominicana, además de una fábrica de tratamiento de agua en Colombia, entre otros proyectos.

Escasez de agua: Un problema del siglo XXI
Según los economistas, uno de los ejemplos más críticos de la variación de precio de un producto específico tiene lugar cuando él sufre un desequilibrio entre oferta y demanda. Es evidente, sin embargo, el hecho de que, debido al continuo crecimiento de la población, a la contaminación de fuentes y a la utilización ineficiente de los recursos disponibles, la oferta y demanda de agua —tal vez el recurso más importante de la humanidad— presentan un desequilibrio cada vez mayor.

Es importante señalar que la demanda creciente no es la única explicación para la escasez de agua en el mundo. Según las Naciones Unidas, hay agua potable suficiente en el planeta para seis mil millones de personas. Pero esa agua se distribuye de forma desigual, y una cantidad enorme se desperdicia, contamina o gestiona de manera no sostenible. Aunque no haya escasez global, un número cada vez mayor de regiones está crónicamente desprovisto de ese recurso esencial.

El problema de la distribución desigual se vuelve obvio cuando comparamos países ricos en recursos hídricos (como Colombia y Canadá) con áreas donde la escasez es severa (como el norte de África y Oriente Medio). Según la ONU, cerca de 1.200 millones de personas (o cerca de 1/5 de la población del mundo) viven en áreas de escasez física, y otros 500 millones están más cerca de esa situación. Las proyecciones muestran que, hasta 2025, 1.800 millones de personas estarán viviendo en países o regiones con escasez absoluta de agua, mientras 2/3 de la población mundial podría estar viviendo en condiciones precarias de abastecimiento.

El problema del desperdicio de agua, polución o gestión no sostenible, se ha vuelto una cuestión seria en el último siglo, a medida que el uso del agua ha crecido más de dos veces la tasa de crecimiento de la población. La ONU estima que la producción de agua perdida en fugas, robos y prácticas de cobro inadecuadas es del 10% al 30% en las naciones desarrolladas y del 40% al 50% en los países en desarrollo. En 2050, el alcantarillado no tratado podría contaminar 1/3 de los abastecimientos anuales renovables de agua potable. Incluyendo los que no viven actualmente en áreas de escasez física, 1.600 millones de personas enfrentan escasez económica de agua en los países en que faltan las infraestructuras necesarias para transformar en agua potable el agua de ríos y acuíferos. Al mismo tiempo, la agricultura por sí sola utiliza del 15% al 35% del agua más allá de los límites de sostenibilidad.

Según Jiménez, la agricultura es un caso clásico de mala gestión de los recursos hídricos, en que el agua potable es utilizada, con frecuencia, para fines que podrían ser servidos por otros tipos de agua "reutilizada", preservando el agua de mejor calidad para propósitos más vitales (por ejemplo, para consumo o higiene personal). Ese problema va más allá de la agricultura, ya que muchas partes del mundo usan esa misma agua de mejor calidad, potable, en grifos y retretes.

Por último, hay también una necesidad cada vez mayor de inversión en infraestructuras para llevar agua al usuario final y para transportar las aguas servidas de vuelta a las fábricas de tratamiento. La amplia red de cañerías en los países desarrollados está deteriorándose rápidamente y necesita con urgencia reparaciones. La situación es aún peor en el mundo en desarrollo, donde falta estructura básica, principalmente para el tratamiento de aguas servidas. En muchas partes del mundo, los habitantes pobres de las ciudades todavía compran agua de camiones, porque no hay agua en sus casas. Jiménez dijo que las personas muchas veces no se dan cuenta de lo caro que es llevar el agua hasta su grifo y que los precios que pagan por la tarifa de agua no reflejan todos los costes asociados a esos procesos. La escasez de agua es un problema complejo y desafiante, sobre todo ante las demandas globales cada vez más acentuadas. Jiménez, sin embargo, dijo que la inversión continúa buscando nuevas fuentes de agua, como es el caso de las tecnologías de desalinización, constituyen una de las pocas soluciones para el futuro próximo.

La tecnología puede ser la salvación
El crecimiento de la población, la urbanización, la agricultura y el cambio climático continuarán presionando los recursos de agua potable y haciendo más urgentes las tecnologías de tratamiento de agua. La desalinización —es decir, cualquiera de los diversos procesos que quitan la sal y otros minerales del agua salada— juega un papel fundamental para combatir a corto y largo plazo el déficit de abastecimiento de agua. Las actuales tecnologías de desalinización pueden ser agrupadas en tres categorías principales: membrana, térmica y otras.

Las tecnologías más usadas son la de ósmosis reversa (tecnología de membrana), destilación instantánea de multietapas y de multiefectos (ambas tecnologías térmicas). La ósmosis reversa (RO) es una técnica de filtración por membrana. Una barrera tenue y selectiva permite la entrada de las moléculas de agua, pero no de la sal y de las moléculas minerales. La destilación multietapas (MSF) es un proceso de desalinización que destila el agua del mar transformando parte de ella en vapor en múltiples "etapas", es decir, espacios que utilizan temperaturas varias y puntos de presión que optimizan la evaporación de la sal. La destilación de multiefectos (MED) también recurre a múltiples etapas en que el agua se calienta a través del vapor en tubos. Parte del agua evapora, y ese vapor pasa por los tubos y sigue hacia la etapa siguiente, calentando y evaporando más agua. Desde 2009, la ósmosis reversa es responsable de más del 53% de la capacidad de desalinización mundial, mientras que la MSF y la MED representaron un 25% y un 8%, respectivamente. Para que se tenga una perspectiva de la variación de coste en esas tecnologías, el coste del agua por metro cúbico es de US$ 0,90 a US$ 1,50 en el caso del agua tratada por MSF; aproximadamente US$ 1 en el caso del tratamiento por MED; US$ 0,90 en la ósmosis reversa de agua del mar y de US$ 0,20 a US$ 0,70 en el tratamiento por ósmosis del agua salobre.

Aunque esas tecnologías sean bastante eficaces y ventajosas, también presentan problemas que pueden hacerlas prohibitivas como, por ejemplo, el elevado uso de energía, emisiones de CO2 derivados del abastecimiento de energía, contaminación y deterioro del sistema de acuíferos. El uso elevado de energía tiene lugar tanto en la red como fuera de ella, pero es particularmente alto en los sistemas de islas donde todo el combustible utilizado también necesita ser transportado al lugar. La contaminación y el deterioro del ecosistema acuático pueden ser causados por las altas temperaturas usadas en algunas de las tecnologías empleadas, contenido no controlado de sal como subproducto de los tratamientos, productos químicos usados en la etapa de pretratamiento, y contaminantes procedentes de la utilización de energía nuclear.

Los desafíos descritos son significativos, pero tal vez los más palpables y amenazadores sean los numerosos costes asociados a las tecnologías de desalinización. Esos costes tienen origen en numerosas fuentes, entre ellas los costes iniciales de capital, costes de energía, operación y mantenimiento y coste del agua en la fuente. Una vez tratada el agua, los costes adicionales suben debido a la creación de las infraestructuras necesarias para la transferencia de ese recurso del punto de tratamiento al punto de utilización. Por último, en la utilización de las infraestructuras existentes, las pérdidas durante la transferencia, en el transcurso de infiltraciones y de fugas en las cañerías, generan un enorme desperdicio, en la medida en que el agua desalada, muy cara, se pierde antes de llegar a su destino. Debido a los elevados costes iniciales de capital y los gastos operacionales ineludibles, la mayor parte de las fábricas mundiales de desalinización y de infraestructuras tienden a ser más comunes en las economías de renta elevada, como Oriente Medio y EEUU.

Aunque esas tecnologías estén efectivamente desalando el agua en diversas partes del mundo, es preciso que haya innovación para hacerlas más económicas y accesibles en áreas remotas que tengan mayores necesidades de agua potable. Una de esas innovaciones consiste en reducir la dependencia de recursos finitos de energía dando prioridad a la utilización de fuentes de energía renovables, sobre todo en las regiones costeras e islas más remotas, un concepto conocido como "integración renovable".

Otra área de innovación que apalanca esa integración se concentra en ayudar a las regiones remotas a través de la creación de sistemas móviles y modulares de desalinización. Esos sistemas menores son fáciles de transportar y de montar y son capaces de soportar la generación de agua potable para consumo e higiene en lugares alejados, además de operaciones industriales de pequeña escala. Si esas aplicaciones fueran usadas en escala, contribuirían a que la tecnología fuera integrada a la curva de la experiencia, aumentarían las tasas de adopción, llevarían a otras innovaciones y, por último, ayudarían a reducir los costes de la tecnología de desalinización en muchas otras regiones.

La investigación y el desarrollo continuos son fundamentales para la innovación necesaria para la obtención de uno de los recursos más básicos del planeta que pueda atender a una población que no para de crecer. Afortunadamente, ciertos factores están facilitando la justificación y la garantía de financiación, es decir, una mayor conciencia de la importancia de la energía renovable, mayor flexibilidad de modularidad, o de centralización de abastecimiento de agua, y una mejor comprensión del impacto ambiental de las tecnologías de desalinización.

Desafío y oportunidad para líderes de la industria de agua
Tal y como se mencionó anteriormente, el "problema del agua" es complejo y multifacético. Las tecnologías de desalinización juegan un papel significativo en la cuestión del tratamiento del agua, pero persisten los desafíos para que comiencen a contrarrestar la creciente necesidad de ese recurso crítico. Son necesarias otras inversiones para producir las innovaciones necesarias para la sostenibilidad. Los líderes de la industria española de agua probaron su know-how y sus habilidades para impulsar los límites tecnológicos y racionales de su industria y están en posición única de guiar a los que desean gestionar ese recurso tan vital.

Este artículo fue escrito por Azita Habibi, Rodrigo Sabato y Lavabo Schaefer, miembros de la Clase Lauder de 2014.

Boletín de Universia-Knowledge@Wharton 
09/01/13 - 22/01/13

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