24 de marzo de 2017

¿Por qué no innovan las empresas?


“La innovación es un proceso estratégico de negocio del que depende, en forma crítica, el futuro de toda empresa sumergida en un contexto económico turbulento y de cambio acelerado”. Difícilmente hoy encontraríamos a ningún alto directivo que se negara a suscribir este enunciado, o que se permitiera afirmar en público que la innovación no es una de sus prioridades, que sus programas de nuevos productos no reciben los recursos necesarios, o que rechazan las nuevas formas de hacer negocios aún sin haberlas experimentado. Sin embargo, es un hecho que muchas empresas siguen considerando la innovación una actividad de gran riesgo, alto costo y retornos inciertos, por lo que rehúyen su práctica sistemática.

Son diversos los factores, psicológicos, económicos, culturales, que hacen de la innovación una actividad aparentemente contraria a la tendencia natural hacia la seguridad y estabilidad, sin que se perciba suficientemente el mayor riesgo que supone el mero hecho de permanecer estático frente a un entorno en cambio permanente y acelerado.

Pero, ¿por qué les resulta tan difícil entrar en la dinámica de la innovación? Tal vez la primera razón resida en lo que realmente se entiende por innovación. El uso y abuso de ésta palabra, el asociarla casi exclusivamente a la I+D tecnológica y a grandes proyectos alejados del mercado con alto riesgo, y no menos burocracia, ha generado verdaderos anticuerpos en muchos empresarios que la perciben como algo totalmente ajeno a su realidad inmediata. No es pues de extrañar que los principales obstáculos a la innovación identificados en las encuestas sean la falta de recursos, la falta o dificultad de acceso a la financiación, o las insuficientes desgravaciones fiscales, todos ellos factores exógenos ligados a dicha visión.

Pocos visualizan la innovación como lo que es, una herramienta para la competitividad que junto con la internacionalización, constituye uno de los pilares fundamentales para el crecimiento empresarial. La innovación no es un fin en sí misma; no hay porqué innovar siempre, ni en todas las dimensiones posibles de la actividad empresarial. Pero sí es necesario evaluar permanentemente la conveniencia de hacerlo, y en su caso actuar con decisión. Se puede innovar para crear nuevo valor a través de nuevos productos y servicios, y no sólo eso, también introduciendo nuevos enfoques de marketing o modelos de negocio. Se puede innovar para ser más productivos, implantando nuevos procesos, o mejorando los actuales a través de la incorporación de nuevas tecnologías. Pero todo esto no basta si al mismo tiempo no se crea un contexto favorable a la innovación sostenida a través de innovaciones organizativas, de gestión e incluso estratégicas.
Así pues el primer obstáculo para innovar reside en no identificar la innovación como una realidad poliédrica, esencialmente ligada a la dinámica empresarial, fuente de ventaja competitiva y de generación de valor, encasillándola exclusivamente en el ámbito de la tecnología. Pero no es el único obstáculo, existen diversos factores culturales internos que imponen también barreras a la capacidad para innovar dentro de una empresa. El más importante de ellos es, sin duda, la falta de una visión estratégica que permita focalizar la innovación; como decía Séneca, “si no sabes hacia qué puerto navegas, ningún viento es bueno”.

Otros factores culturales destacables son:
  • La falta de confianza en la propia capacidad de innovar – “Esto no es para mí”- y las autojustificaciones – “No podemos destinar un presupuesto para esto”, “El momento no es propicio”, “Si fuera realmente bueno alguien lo habría inventado”
  • El no alineamiento de la organización con la innovación.
  • No escuchar la voz de los que piensan distinto dentro de la organización, especialmente de los que están en la periferia y de los más jóvenes.
  • La falta de tiempo y espacios para pensar en lo nuevo.
  • El síndrome del “no inventado aquí”, ligado a una visión endogámica de la realidad y la desconfianza frente a la cooperación con terceros.
  • La aversión al riesgo y miedo a la incertidumbre generada por lo nuevo, a perder el “enfoque al negocio actual”, aunque éste esté dando claros síntomas de agotamiento.
  • La intolerancia al fracaso y/o la complacencia en el éxito actual, “si funciona no lo toques”.
  • Y, en general, el bajo compromiso y la resistencia sistemática al cambio por temor a perder el statu quo.
En el ámbito de lo operativo es también frecuente encontrar importantes obstáculos, que impiden a las empresas innovar, aun teniendo la voluntad explícita de hacerlo. Por ejemplo un excesivo enfoque a las operaciones, con objetivos marcados sólo a corto plazo que priorizan lo urgente frente a lo importante, y priman la seguridad basada en la repetitividad, frente a la experimentación de lo nuevo. Pero también:
  • La innovación percibida como coste, en lugar de como inversión, lo que dificulta la asignación de recursos para la creación de futuro.
  • La necesidad de realizar una apuesta estratégica inicial por la innovación, ya que sus resultados resultan diferidos en el tiempo.
  • Las barreras de salida: inversiones realizadas, posicionamiento actual, redes de relaciones establecidas.
  • El miedo a la canibalización de los productos y servicios actuales por parte de los nuevos desarrollos.
  • La ausencia de foco estratégico y voluntad en el desarrollo del conocimiento a través del aprendizaje derivado de la experimentación de lo nuevo.
  • La no consideración del modelo de negocio como parte de la innovación, el mal enfoque del marketing de la misma, y la ausencia de canales comerciales más allá de los que sirven a los productos y servicios actuales.
Aunque es justo reconocer que no todas las razones que dificultan la innovación en las empresas son endógenas. Algunas de ellas residen en la ineficiencia e imperfecciones de los propios mecanismos dispuestos pos las Administraciones con objeto de impulsar la innovación, como por ejemplo:
  • La excesiva burocratización del acceso a los recursos públicos para financiar la innovación tecnológica junto a la escasa consideración de la innovación no tecnológica, ya ahora incluso la práctica ausencia de los mismos.
  • La complejidad de los sistemas de desgravación fiscal por I+D e innovación tecnológica.
  • Unos plazos de anuncio y presentación de propuestas inadecuados a las necesidades de las empresas que generan asincronía entre las convocatorias y la necesidad de financiación.
  • Unas fuentes de financiación poco orientada a PYMES (enfoque a grandes proyectos tecnológicos), y/o con excesivas condicionantes que disminuyen su interés práctico.
  • El no aprovechamiento del potencial de las compras públicas como tractoras de la innovación empresarial, especialmente en el caso de las PYMES.
  • Unas infraestructuras de soporte a la innovación inadecuada y/o mal orientada a las necesidades reales de mercado.
  • Y las no deseables discontinuidades generadas por los propios ciclos políticos.
El ámbito socioeconómico en el que opera la empresa impone también sus propias limitaciones. Sin un adecuado ecosistema de innovación, la innovación empresarial carece del adecuado caldo de cultivo para su desarrollo. Factores como la falta de una educación para el emprendimiento, la escasez de talento cualificado, la falta de confianza de la sociedad y el mercado en las iniciativas innovadoras, las altas barreras de entrada en sectores de alta tecnología, o la excesiva dependencia de sectores de actividad económicas poco innovadoras, lastran el potencial innovador de muchas empresas y de la sociedad en general.

Frente a esto, las empresas deben asumir nuevos retos, tendentes a eliminar las barreas internas existentes, maximizar el provecho que puedan extraer de las medidas de impulso disponibles, y minimizar el impacto de los factores de contexto existentes. Para ello es necesario:
  • Ejercer un verdadero liderazgo de la innovación desde la alta dirección.
  • Permitir un enfoque estratégico y dual de la innovación, planificado y emergente al mismo tiempo, con un claro compromiso de asignación de recursos.
  • Crear una cultura empresarial innovadora ambidiestra: atender el día a día al tiempo que se prepara el futuro. Construir un clima de confianza tolerante al fracaso.
  • Estructurar y gestionar la innovación como un proceso estratégico de negocio de naturaleza poliédrica, no meramente tecnológico.
  • Reconocer el carácter singular de la comercialización de los resultados de la innovación, y sus diferencias respecto a los productos maduros.
  • Medir los resultados obtenidos a medio plazo a fin de poder mantener el compromiso de inversión en la creación de futuro que conlleva.
  • Practicar una innovación proactiva y abierta, que saque el máximo provecho del ecosistema de innovación.
  • Reconocer la importancia creciente del factor humano y el conocimiento como elemento de diferenciación.
El éxito en asumir dichos retos exige el marco de una organización adecuada y preparada para darles continuidad a largo plazo. Hay algunas características organizativas que pueden condicionar la capacidad de la empresa para asumir comportamientos innovadores. Es importante, por tanto, que las empresas observen cómo es su organización, identifiquen sus elementos principales y analicen si éstos son adecuados al desarrollo de dichos comportamientos. En este sentido, algunos factores positivos para el desarrollo de la innovación en la empresa son:
  • Que la estructura organizativa sea flexible y plana, con un bajo número de niveles jerárquicos.
  • Que se acerque la toma de decisiones a donde está la acción. El proceso de toma de decisiones debe estar distribuido en diferentes niveles de la organización y no concentrado en personas que actúen como “cuellos de botella”.
  • Que la empresa trabaje en base a proyectos llevados a cabo por equipos multifuncionales con autonomía y responsabilidad sobre su gestión.
  • Que la empresa deje libertad de iniciativa a sus empleados y posea mecanismos formales para canalizar el conocimiento e ideas generadas por los mismos.
  • Que se disponga de herramientas de comunicación adecuadas, especialmente aquellas basadas en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que faciliten el libre flujo de la información y el conocimiento.
  • Que la empresa posea espacios adecuados que fomenten la creatividad y potencien los comportamientos innovadores como salas de reuniones, espacios de descanso, espacios de trabajo abiertos a todo etc.
  • Que se proteja el desarrollo de la innovación en espacios de incubación, separados pero no aislados del día a día de la empresa.
Así pues, toda empresa que vea en la innovación una posible fuente de ventaja competitiva y de generación de valor, debe apostar por ella, eliminando barreras, impulsándola decididamente, cooperando con el entorno; no debe esperar a que otro, especialmente la Administración, haga por ella lo que no esté ya haciendo por ella misma. De ese modo asegurará su propia supervivencia al tiempo que contribuirá también a la transformación del tejido empresarial. Sólo desde una posición proactiva y comprometida es posible obtener un claro retorno del esfuerzo innovador realizado, tanto en términos tangibles (retorno de la inversión) como intangibles (desarrollo de competencias, posicionamiento de marca, generación de redes, etc.).












Xavier Ayneto Gubert
xayneto@ideas2value.net
por webmasterideas2value
Nov 13, 2014

Adaptado del artículo publicado por el autor en el nº especial monográfico sobre Innovación en la Empresa de Foment del Treball Nacional (2008) con la colaboración de Anna Martell Prat.

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