15 de enero de 2012

Los reyes de las materias primas

Un grupo de países emergen como los grandes ganadores del 'boom' de los recursos naturales

En épocas de debilidad económica -como, de manera más que optimista, podríamos calificar la situación actual-, el interés por las materias primas decae. Las tensiones en el precio, generalmente, se reducen ante la menor demanda y dejan de convertirse en uno de los factores a seguir para vislumbrar el alcance -o simplemente la llegada- de la recuperación. Todo lo contrario de lo que sucede cuando las economías se encuentran a pleno rendimiento.

Pese a ese interés de ida y vuelta, el boom de las materias primas ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente ligado al ciclo económico. La economía mundial ha experimentado cambios estructurales de inmenso calado con la irrupción de los consumidores de las economías emergentes que ya no tienen marcha atrás. Y esa transformación también ha cambiado el planteamiento de los productores de materias primas. Algunos países han cambiado su apuesta por la producción industrial para pasar a explotar de forma intensiva sus recursos naturales, como es el caso de Canadá, miembro del club de los países más ricos, el G-7.

En ese escenario, nunca como ahora los países industrializados habían sido tan dependientes de unos cuantos proveedores de estos recursos. Los países del golfo Pérsico, con Arabia Saudí a la cabeza, son los países con mayores reservas probadas de petróleo del mundo, pero a cuya industria no tiene acceso el capital global ni sus mercados bursátiles tienen una liquidez significativa. Chile, y en menor medida Perú o Kazajstán, pertenecen también a este grupo de productores de materias primas aunque son mercados de pequeño tamaño. Entre los productores también destacan Estados Unidos o China, pero ambos países consumen toda su producción de materias primas y estas representan un pequeño porcentaje de su PIB, algo que también le sucede a Reino Unido.

Sin embargo, existe un grupo de países productores que destaca por el creciente peso que los recursos naturales tienen en sus economías y por haber aprovechado especialmente bien este boom de las materias primas. Son mercados, además, con gran liquidez, con una enorme disponibilidad de distintos recursos y que han utilizado los jugosos ingresos procedentes de esta actividad para transformar sus economías y la renta de sus habitantes, aunque tampoco estén exentas de riesgos. Son los Carbs, acrónimo de Canadá, Australia, Rusia, Brasil y Sudáfrica. Carbs es, además, la abreviatura, en inglés, de la palabra carbohidratos y, jugando con ese doble significado, el departamento de estrategia global de Citigroup presentaba un reciente informe bajo el título "los Carbs te hacen más fuerte". La apuesta, compartida por otros expertos, de que el futuro de las materias primas pasa por un creciente protagonismo de estos productores.

Entre esos cinco países controlan activos vinculados con las materias primas por un valor próximo a los 60 billones de dólares, en una extensión de tierra equivalente al 29% del total y copan, de media, entre el 25% y el 50% de la producción mundial de los más importantes metales y minerales [ver gráfico en la página 6], con apenas el 6% de la población mundial. "Creemos que representan, sin duda, una clase distinta de productores", subraya Robert Buckland, de Citigroup.

Desde 2003, sus economías y sus mercados se han transformado. El consumo de media en estos países se ha triplicado, sus divisas se han apreciado un 83% frente al dólar en términos reales, los mercados de valores han multiplicado su tamaño por cuatro y la actividad diaria de los mismos es 20 veces mayor que hace nueve años.

"Según declina la preeminencia de las economías occidentales y el crecimiento en Asia avanza hacia el consumo, la cuestión es cómo estos países productores de materias primas van a adaptarse a ese nuevo mundo", señala Buckland.

En términos generales, los Gobiernos de esos países han utilizado "sabiamente" sus recursos y han aprovechado el auge de las materias primas para reducir su deuda pública en unos 10 puntos porcentuales, para acumular reservas en moneda extranjera hasta superar el billón de dólares e invertir en infraestructuras que les permitan aumentar sus exportaciones de recursos naturales en el futuro "en un 44%", calculan los expertos del Citi.

Pero el comportamiento de los Carbs, aunque con muchas similitudes, también ha sido dispar. Canadá es el ejemplo más evidente. Como país desarrollado que es, el centro de su actividad giraba en torno a la producción industrial y ahora ha pasado a hacerlo en la producción de materias primas, aprovechando además los avances tecnológicos que han permitido la extracción de recursos en áreas que antes eran inalcanzables o que mitigan el impacto medioambiental del proceso de perforación, como en el caso de las arenas petrolíferas.

Cierto es que la riqueza económica derivada de esos recursos naturales alimentó una burbuja en el sector inmobiliario entre 2002 y 2008, pero también que sus sólidos fundamentos económicos y un régimen fiscal competitivo ha alentado la llegada de inversión extranjera a la industria y, con ello, una recuperación más rápida de la crisis financiera internacional.

En el caso de Australia, es el país que mayor riqueza per cápita ha logrado en estos años de boom y uno de los que más ha diversificado su producción de materias primas entre minerales, energía y agricultura. Como mayor productor de mineral de hierro y dada su proximidad geográfica, Australia se ha convertido en el socio comercial natural para China y buena parte de las economías asiáticas.

La industria minera australiana aprovechó rápidamente los fuertes ingresos derivados de este auge para aumentar la inversión en el sector, donde ha pasado de suponer el 2% del PIB hace diez años al 7% previsto para los próximos dos años. Esa apuesta por la inversión y su cercanía a Asia le ha permitido registrar el mayor crecimiento en volúmenes de exportación de todo el grupo, así como registrar bajos niveles de desempleo, superávits presupuestarios hasta 2009, un bajo nivel de deuda pública y la reducción del déficit por cuenta corriente hasta el 2% del PIB.

Sin embargo, el auge que han vivido las materias primas tras la crisis financiera ha situado a la economía australiana al borde de la conocida como enfermedad holandesa, como se conocen a las consecuencias dañinas que provoca el incremento significativo de los ingresos de un país. En Australia, eso se ha traducido en subidas de la fiscalidad sobre la industria extractora, ha fortalecido la divisa y los tipos de interés, lo que penaliza a la industria, el turismo, la distribución y el sector financiero.

Para Rusia, la principal amenaza proviene de su dependencia casi exclusiva del petróleo y, por tanto, del ciclo de las materias primas, el valor de cuyos activos supone 13 veces el PIB, según Kingsmill Bond, de Citigroup, el mayor ratio entre los Carbs. A diferencia, además, de los otros países las compañías petroleras están controladas por el sector público o por oligarcas ligados al Gobierno, lo que limita la entrada de inversores privados en el sector.

Pero los expertos del banco estadounidense consideran que la valoración de los activos rusos es baja, por lo que puede beneficiarse de la siguiente etapa de expansión, aunque las bases sobre las que ha sustentado su desarrollo en el pasado -con un aumento de los precios del petróleo del 280%, una revalorización de la divisa del 150% en términos reales y el auge de las exportaciones tras la época soviética- no volverán a repetirse, advierten los expertos.

El manejo de los beneficios derivados del auge de las materias primas explica también la historia de Brasil en la última década. Desde 2003, el PIB se ha multiplicado casi por cuatro, tanto que casi la mitad de la población exhibe pautas de consumo de clase media. Es la economía que mayor variedad de materias primas explota -metales pesados, petróleo, tierra agrícola, metales preciosos, productos químicos y agrícolas, en orden de importancia por su peso en el PIB- y, pese a ello, sus exportaciones de estos recursos apenas superan el 11% del PIB, lo que les hace menos vulnerables a la desaceleración económica. El bajo nivel de inversión en el sector pone en riesgo su desarrollo en el futuro, aunque deja mucho margen de mejora si cambia el patrón.

Pero Brasil es quizás el mayor exponente del fenómeno de la enfermedad holandesa: el real se ha revalorizado un 115% en menos de 10 años y los precios de la vivienda se han disparado hasta rondar el 200%, una burbuja que aún no ha explotado y que puede desestabilizar a la mayor economía latinoamericana si lo hace.

Frente al aumento del nivel de vida brasileño, la población sudafricana es la que menos se ha beneficiado del boom de las materias primas. "El país siente que ha desaprovechado su oportunidad, que no ha sacado partido a la abundancia de recursos naturales", relata un analista. De hecho, el desempleo sigue estancado en el 25%, un crecimiento medio anual del 3,5% que en la última década ha sido incapaz de reducir. La falta de inversión en infraestructuras y los intentos de nacionalización de la minería explican, quizás, estos números. Sin embargo, alrededor de un 80% del platino existente en todo el mundo procede de las minas sudafricanas y ante los niveles récord del precio del oro, el sector debería ser capaz de revertir la tendencia actual, según los analistas de Citi. En todo caso, Sudáfrica es, junto a Canadá, el mercado menos vulnerable al ciclo, como ya sucedió en 2008 y 2009.

"Si le quitamos a los actuales precios de las materias primas tanto el efecto de la inflación como el efecto amplificador de su denominación en dólares, existe todavía un largo recorrido al alza para considerar los precios como significativamente altos. Esto nos lleva a pensar en términos de un superciclo basado tanto en fundamentos sólidos como en bajos tipos de interés y una tendencia a la depreciación del dólar, que persistirá", asegura Antonio Merino, director de Estudios de Repsol. Así pues, la historia de estos productores continuará.

Alicia Gonzales - El Pais
15/01/2012 

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