1 de diciembre de 2011

Fachadas vegetadas, ahorro medioambiental

La vegetación de edificios y concretamente de las fachadas, puede tener ventajas importantes en el ahorro energético. Así lo demuestra Gabriel Pérez en su tesis doctoral, una colaboración entre la UPC y la Universitat de Lleida.

La arquitectura actual tiende a la proximidad con el medio ambiente. Este acercamiento se hace patente con la incipiente incorporación de criterios de sostenibilidad y procesos naturales al diseño y la construcción de los edificios.

Enmarcado en esta tendencia se desarrolla la tesis doctoral de Gabriel Pérez, ingeniero agrónomo por la Universitat de Lleida (UdL) que ha hecho un estudio sobre los sistemas de vegetación de las fachadas de edificios para evaluar el uso como sistemas pasivos de ahorro de energía. La investigación se ha hecho en colaboración con el Departamento de Construcciones Arquitectónicas I de la UPC y el grupo de investigación GREA Innovació Concurrent de la UdL.

Arquitectura vegetal
Vegetación y arquitectura se han combinado desde hace mucho tiempo, a pesar de que no ha sido hasta los últimos años cuando el uso de las plantas ha evolucionado, abandonando la función puramente estética u ornamental para convertirse en un elemento más del proyecto arquitectónico, con funciones concretas de tipo económico o ecológico como por ejemplo el ahorro energético. 


Sin embargo, el uso de la vegetación todavía plantea muchas incógnitas, puesto que, según señala Pérez, “a menudo se ve como un componente que incrementa las inversiones iniciales, que hay que mantener y que, con el paso del tiempo, puede cambiar de forma, peso o capacidades, de forma que se convierte en un posible agente agresor de las construcciones, a pesar de que no necesariamente tiene que ser así”.

Por eso, Pérez clasifica los sistemas de vegetación vertical de edificios, para poder diferenciarlos y valorar las ventajas e inconvenientes. Establece una primera gran división entre las fachadas vegetadas y las paredes vivas. Las primeras se basan en estructuras metálicas ligeras —como por ejemplo mallas, cables de acero o enrejados metálicos—, separadas de la pared, que sirven de apoyo a plantas enredaderas que cubren la fachada.

Paredes vivas
Las paredes vivas, en cambio, son muros vegetales recubiertos de plantas.
“A pesar de que son mucho más estéticas, no aportan ningún beneficio medioambiental, consumen más y requieren un cuidado continuo”, afirma Pérez. Además, necesitan sistemas de apoyo más complejos de implementar y comportan una inversión más grande.

Por lo tanto, Pérez considera que las fachadas vegetadas, concretamente las de doble piel, son las más adecuadas y sostenibles para proveer la edificación de superficies con vegetación vertical. Este sistema “tiene el objetivo de crear una cortina vegetal separada de la pared de la fachada que intercepta la radiación solar, cosa que protege el edificio”, afirma Pérez, y “es más sencillo y fácil de desmontar y de mantener” que los muros vegetales.

Las fachadas vegetadas son las que tienen más potencial como sistema pasivo de ahorro de energía en la edificación, por el efecto sombra que producen gracias a su capacidad de interceptar la radiación. El autor ha tenido en cuenta que las plantas, al transpirar, consumen energía y generan lo que se denomina refrigeración por evaporación en el espacio más cercano. Esto quiere decir que, en el espacio que queda entre la fachada vegetada y la pared del edificio, se genera un microclima que hace funciones de aislante térmico.


30 de noviembre de 2011 

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