6 de noviembre de 2016

Computación afectiva, robots y emociones

Las máquinas podrán saber cómo nos sentimos y tomar decisiones respecto a esos sentimientos

Un niño habla con el robot Pepper. JOHN THYS (AFP/ GETTYIMAGES) 
La inteligencia artificial va camino de transformar el mundo. Los grandes monstruos tecnológicos —Google, Facebook, Intel, Microsoft— compiten por expandir los límites en este campo, que busca que las máquinas aprendan por sí solas, que tomen decisiones, que resuelvan problemas. Pero ¿acaso es eso suficiente?, ¿pueden limitarse, simplemente, a eso, a ser inteligentes?

Un nutrido grupo de científicos, ingenieros y emprendedores tienen bien claro que no y dirigen sus esfuerzos e investigaciones a franquear la siguiente frontera: conseguir que las máquinas estén dotadas de inteligencia emocional. Es decir, que sean capaces de reconocer e interpretar nuestras emociones, que tomen decisiones en función de estas. Lo llaman computación afectiva y está en plena ebullición.
Una aplicación es capaz de determinar un estado de ánimo mediante un algoritmo con datos de 45 músculos de la cara
La aplicación de Afectiva es capaz de determinar nuestro estado de ánimo mediante un algoritmo que toma datos de 45 músculos de nuestra cara. La compañía israelí Beyond Verbal analiza las emociones estudiando en tiempo real las inflexiones de nuestra voz. EmoShape desarrolla un microchip que permite una respuesta emocional por parte de un robot. Y mientras, cadenas como la BBC y la CBS ya someten sus series y programas al test de la audiencia: envían clips a miles de voluntarios que los ven con una webcam a través de la cual se recogen datos que permiten interpretar sus reacciones.

BALFAGÓN

La computación afectiva nos está conduciendo suavemente hacia coches que detectarán si vamos distraídos; a tutores virtuales que sabrán que es momento de dar un descanso al alumno; a aplicaciones que medirán incluso las emociones que queremos ocultar.

El robot que nos esperará en casa pinchará nuestra canción favorita para levantarnos el ánimo si nos ve alicaídos. Y el móvil que llevaremos en el bolsillo (o vaya usted a saber dónde) incorporará un chip de emociones que sabrá qué tal estamos hoy en función de cómo le damos a la tecla.

Joseba Elola
El País
04 Noviembre 2016

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