BALFAGÓN |
La identificación por medio de las huellas dactilares data del siglo XIX, pero es en el XXI cuando las compañías —además de las fuerzas del orden y agentes de aduana— se están lanzando a la recolección y verificación de la información biométrica de sus clientes. ¿Violación de la privacidad?
El FBI ha construido una base de datos de reconocimiento con más de 52 millones de imágenes de rostros y más de 170 millones de huellas de extranjeros. El uso de los datos biométricos está aún poco regulado legalmente y aún existen dudas sobre cuán seguras son estas encriptaciones que emplean rasgos que a la larga pueden cambiar. Si uno pierde una tarjeta la puede reponer, pero ¿y si es su oreja? Además, hay rasgos identificatorios que a pesar de ser únicos pueden ser prontamente recolectados (las huellas que uno deja en un vaso o en un volante).
La cotización de empresas dedicadas al desarrollo de esta tecnología crece imparable y su uso se extiende, no hay duda. Porque, mientras los sistemas de seguridad y cifrado se van perfeccionando, desde los fabricantes de teléfonos hasta los bancos van acercándose a esta tecnología que nos liberaría de llaves, contraseñas y tarjetas.
Andrea Aguilar
El País
04 Noviembre 2016
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